Recien orgasmada,
a tu salud,
rememoro tus mordiscos
en mi espalda,
invoco tus caricias en mi cabello,
tus cautos besos en mi nuca.
Erotizándome de nuevo,
suspiro por las miradas que no existen,
por el amor-promesa de un sueño loco,
y mis pechos se vuelven agua
y mi sexo llora de nuevo.
Cruel y dulce ambigüedad,
te prefiero mil veces
a la mejor decepción,
que el reino de los sueños
a ojos abiertos
siga siendo mi reino.
Y
si un día,
dejas de sentir miedo
te estaré esperando
con el corazón abierto.
Beatrice Borgia, 6 de marzo de 2011