
¿Quién no ha tenido algún día la tentación del fracaso?
De tirar la toalla, dejar de estar al frente, salir de las trincheras.
Refugiarse con otros fracasados, encadenarse a sus nostalgias,
a sus fantasías, a sus utopías delirantes, sueños rotos, de muñecos rotos.
El mundo apocalíptico a nuestro alrededor, la crisis permanente,
las continuas trampas, los engaños y escaramuzas inútiles,
la estupidez de nuestros congéneres, que todos lo sabemos,
que son gilipollas.
Pero veamos,
¿Quiénes se pueden permitir el lujo de fracasar,
sino aquellos que han iniciado,
que han decidido algo, que se han mojado por alguien?
La perfección es una quimera, un tópico fabricado
por nuestros gobernantes de la mente.
La imperfección está bien, el fracaso está bien,
para aprender, para volver a levantarse, para seguir,
Eso si, capitular nunca, la toalla se tira y se recoge
con ganas renovadas de secarse, de pasarla al otro.
La rendición, nunca, eso sería la derrota,
eso sería el suicidio y ese gusto
no estoy dispuesto a brindárselo.
Del poemario "Escenarios para el conflicto"