El individualismo no permite pensar el mundo en conjunto, en relación con uno mismo ni entre cada una de sus partes. El individualismo se concibe como la separación entre partes, normalmente dualismos, sin conexión entre sí. Yo soy yo y el mundo es otra cosa; mi ámbito nada tiene que ver con el resto del mundo. Ese paisaje heredado del Romanticismo opera en nuestra conciencia complejizando la desestructuración, la fragmentación del mundo en cada vez más parcelas desconectadas unas de otras. El individualismo sólo permite pensar el mundo y pensarse por separado, como una suma de presentes provisorios sin relación y sin previsión de futuro.
Así las cosas, el presente se torna extraordinariamente tenso. Los individuos en su dispersión no tienen memoria de futuro, viviendo, viviéndose en un presente vertiginosamente cambiante imposible de dar dirección porque no se piensa en interrelación y en proyección.
Cuanto más individualismo menos posibilidad de memoria futura, más tensión y más enfrentamiento. El proceso histórico hace entender que quizá teníamos que pasar por este individualismo para después superarlo, comprendiendo así que todo está interrelacionado, pues con tan sólo observar lo que afecta a mi vecino, comprendo que es lo mismo que me afecta a mí. La imposibilidad de pensar en clave de futuro tiene mucho más que ver con el individualismo y con la separación que impele a vivir el presente sin poder operar sobre él.
El artista, en un paisaje humano como éste, también se piensa por separado, y por lo tanto su obra no es más que un reflejo de lo provisorio sin ligazón con el futuro, ni con el mundo. Su obra muere en el momento en que nace. Se consume y se sustituye. No hay construcción, dirección, un camino que deje semillas para las acciones de otros artistas. Pues no se piensa en relación con el mundo, ni en clave de futuro. Creemos que pensar en nuestro “ego”, en nuestro “yo”, como lo más importante, significa individualismo. Paradójicamente es todo lo contrario, aquel que piensa y le importa realmente su persona no es individualista. Las personas inteligentes y a las que les importa su “yo”, aquellos artista a los que realmente les importa su obra, son aquellos que se ocupan de la pervivencia, del futuro de su “yo”, o de su “creación”. El que realmente se preocupa de sí mismo se ocupa de sí mismo y esto pasa por adoptar una postura inteligente ante la vida, que no es egoísta ni individualista sino comprometida consigo mismo y por lo tanto con el resto del mundo, porque ya sabe que todo está interrelacionado y ya ha superado el individualismo suicida. El artista que quiera dar futuro a su obra, la persona que quiera dar futuro a su vida tendrá que pasar por dar futuro a los demás y eso pasa por pensar el mundo en conjunto y así pensado necesariamente conllevará a una transformación y reestructuración de la situación actual particular de uno y general de todos. El individualismo suicida ha provocado que perdamos la memoria de futuro, la mirada profunda, la comprensión de los procesos personales en su relación con el conjunto. El individualismo suicida nos ha sentenciado a vivir en nuestra epidermis que nos impide el poder operar internamente y accionarnos en el mundo. El individualismo suicida nos ha condenado a creer que somos como un dibujo animado: planos.
Para poder recuperar la memoria de futuro tendremos que romper las cadenas del individualismo y paralelamente a esta transformación personal ir transformando el mundo. Sólo así, en concreto los artistas, humanizarán el arte, esto es, le darán futuro, dejarán semillas. Sólo así el artista encontrará dirección y su obra pervivirá por sí misma y en las acciones de otros.
Individualismo es límite, cárcel, tortura, violencia, sufrimiento, castración. El individualismo se puede encorsetar en la máxima: “no future” (no hay futuro). La inteligencia, nuestro futuro, y el futuro del arte está seriamente reñido con el individualismo suicida. El inteligente optará por romper las cadenas organizándose con otros en un movimiento humano universal, el corto de mirás continuará acortando su mirada creyéndose el centro del mundo y con ideas, por supuesto, muy originales, es decir, prejuiciosas, de pequeña duración, cerrada e inamovibles ya que ¿cómo puede haber ideas originales en miradas de bolsillo, un bolsillo siempre igual?
La creatividad pasa por la transformación personal y mundial. Modelarnos a nosotros mismos como deseamos pasa por modelar el mundo. Y todo ello implica salir del bolsillo de este individualismo suicida, organizándose con otros y lanzando proyectos a futuro. Como diría Ramón Panikkar: “Experimenta y verás”.
Mayka Suárez Bendicho.
Enero 1998